sábado, 21 de abril de 2007

De regreso en mi mismo. Es decir, siempre estoy de regreso, pero en verdad debo regresar a mi vitalidad absoluta, a mi dominio interespacial de todas las cosas, por que un ajedrez no es solo un montòn de fichas, por que la estrategia no es nada màs que una palabra en el diccionario y la muerte, la muerte, oscuridad que a uno lo persigue.

EL infierno del hombre se llama vejez, el infierno es el perecer, por que la inmortalidad no la viven ni los dioses, por que varios han muerto tambièn, y todos sabemos que en la tempestad de una opereta cruenta como es la existencia, no nos queda otra cosa màs que el bastòn de una trivialidad completamente vacìa, que es nuestro gran alimento, y ese alimento, es el alimento que jamàs saciarà el hambre, por que el verdadero nutriente es el màs duro de roer, es un hueso duro con alma de ambrosìa, la inmortalidad a través de la obra, a través de la fuerza, por que muchas cosas pueden hacerte cambiar de parecer, pero uno, jamàs deja de ser un HSP, un homo sapiens programable, y los mètodos son muchisimos, la alegrìa y el castigo, nuestro ìnfimo Pavlov insertándonos zapatazos en el culo.

Por que cuando veo a la gente por la calle, veo solo HSP muertos, con un poco de vida dentro de un globo, flotando sobre su cabeza, toda esta idea me aturde, nadie se atreve a decir: `La mayorìa de los HSP somos infelices`, y me cuesta vivir la felicidad, me cuesta, y creo que a todos nos cuesta, ¿por que?, por que el ser humano no es nada màs que un carpincho, un mamifero sensible, pequeño y torpe que jamàs podrìa sobrevivir, pero esas puas, esas malditas puas lo mantienen en la tierra, y el HSP es eso, un carpincho, no tiene fuerza y puede ser quebrantado con un palazo de sensibilidad, pero parecerìa intocable, grande y fuerte, ni siquiera un leòn se come un carpincho.

Somos un carpincho, somos un capricho, de alguien que quizas nos sueñe o quizas nos ignore.

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