lunes, 16 de abril de 2007


Una de las primeras fallas que cometì conmigo mismo fue el no cumplir la promesa de seguir viendo dibujitos y jugando con muñecos de las tortugas ninjas, tendrìa 6 o 7 años y siempre algún viejo vigilante te decìa:

-cuando sos grande esas cosas ya no te gustan.

-yo no, yo no, yo voy a seguir jugando con juguetes y viendo dibujos- le decìa convencido, siempre estuve absolutamente convencido de lo que dije.

Tambièn recuerdo de una chica que tendrìa 20 o 22 años que me exitaba sobremanera, y ella decìa que tomaba mucha cerveza y no se que màs.

-no me gusta esa mierda, es amarga y fuerte, un asco

-yo decìa lo mismo que vos a tu edad

-pero no, yo no voy a tomar esa mierda

Bue, no es necesario que diga que no cumplì con mi palabra. Esa inocencia que uno tenìa era increíble, ese idealismo verdadero, en ese momento uno no se corrompìa fácil, por lo menos necesitabas un jueguito de sega como para cambiar de parecer.

En ese momento pensaba y estaba absolutamente convencido de que iba a ser veterinario, pero me di cuenta que no era lo mìo el dìa que el gato apareciò con la cabeza llena de gusanos y no pude hacer otra cosa màs que hecharlo de mi cama.

De alguna manera sobreviviò, un gato negro y fuerte, creo que en esa època el gato era el alma de mi padre, vivìa peleando, llegaba roto a casa y muerto de hambre, muy roto, mucha hambre, ahora tiene un gato gordo y maricòn al que le cortaron los huevos. Los tiempos cambian, pero en cierta manera uno sigue siendo el mismo.

Mis maldades no eran gran cosa, pero eran tan contundentes como agujas, creo que si nunca me hecharon de la escuela primaria era por que supe medirme, iba al lìmite, me tendìa sobre el lìmite como si fuese una cama paraguaya, jugaba con èl, pero jamàs llegaba a cruzarlo, entre las peores cosas que hice fue romperle el vidrio a un colectivo de un piedrazo, haber matado millones de hormigas de millones de maneras distintas, robarle una playboy a un tìo cuando tenìa algo de 5 años, ratearme de la escuela delante de la profesora, una vieja cansada como una burra, esa vez hizo la vista gorda, Leuviak iba por el buèn camino. Una vez sola en mi vida le peguè a una mujer, no entiendo por que pero nunca fui demasiado violento, una vez un pibe en jardìn me abriò la frente de un mochilazo, todavía sigo detestandolò con el alma, bue el tema es que estaba en el patio de la escuela, un recreo o algo asì, y viene una personita y me bardea o algo asì, no recuerdo, a lo cual le di un trompazo en la nariz, le sangraba la cara, estaba satisfecho, haberle dado murra a ese boludito, pero luego me di cuenta que era una piba, una piba que parecìa un pibe, maldita sea, habìa caido en la trampa, habìa golpeado a una mujer, eso era algo que no querìa hacer, tuve culpa durante meses.

En el jardìn ademàs le abrì la frente a alguien con un bloque de madera, contundente, a esa misma edad apedriè a un gil:

-Mirà como mato de un piedrazo a esa tijereta – dijo el gil de medio metro

-NO, los animales no se matan, no le tirès – me crucè en el camino, el insistiò- ¿te gustarìa que yo te tire con una piedra?.

Contestò con un grito:

-Si

El gil se fue llorando a su casa, los piedrazos duelen.

Pero tambièn me han surtido un par de veces, en la cara una buena trompada, siempre me dejaba fuera de combate, siempre me la daban de sorpresa, no me lo esperaba y pum a la narìz, me han dado hasta un cabezaso en la narìz, es mi punto dèbil.

Pero nunca tuve una pelea con gente completamente desconocida, siempre fui prudente y eso que estoy hablando de mi infacia. Cuàndo jugaba a la pelota les daba bièn duro, yo no podìa ni siquiera mirarla a la pelota que se me escapaba, era mejor apuntar a los tobillos, estàn màs tiempo sobre la tierra y tienen una dureza deliciosa.

En fìn, esto de estar recordando cosas de la infancia, una vez ganè un concurso de lectura, me regalaron el fantasma de canterville, lo tirè a la basura, ¿para que querìa libros?, y ahora de grande pienso: como le van a dar a wilde a un pibe de 10 años, agradezco a mis prejuicios haberme salvado de esas cosas.

Con respecto a la lectura tuve suerte, solo la contaminè con Paulo Cohelo, tendrìa 13 años o algo asì, ya perdìa mi inocencia y mi buèn sentido de la elegancia, edad difícil los trece. Pero fuera de tanta mierda, tuve una buena infancia, ya en a los 4 años tenìa una noviecita, Christina, y otra Aldana, no entiendo como los padres se reìan, yo creo que me las tranzaba o quizas eran solo besos en la boca, no lo recuerdo, hay cosas difusas tambièn en el pasado, durante unos meses fui a un jardìn del cual solo tengo recuerdos de haber jugado al pato ñato. Tampoco recuerdo bièn la primaria, muchas cosas de la primaria, es como si hubiese leido mi pasado y al libro le faltasen un par de pàginas.

Creo que a todo el mundo le ha pasado lo mismo. Tengo buenos recuerdos del monte, mi viejo me llevaba al monte, una vez enterramos una lata llena de monedas y jamàs la encontramos, eramos dos torpes. Aprendì a andar en bici en el campo, recuerdo que pisè una culebra con la bici, bici cross, nada de playeras ni mountan bike, la bici cross que grosidad, y el super Mario.

Estas son cosas difíciles de dejar de escribir, es como si una canilla chorreara una catarata, estas son cosas que vive uno, que viviò uno, que a uno lo hicieron ser el que es o lo alejaron del que verdaderamente era. Pero son cosas que sucedieron y hasta que no me de un buèn golpe en la cabeza siguen dando vueltas como hormigas transversalmente sobre toda la expansión de mi materia gris.