lunes, 21 de enero de 2008

Charles y Mambo


I

Luis mira para la izquiera, pausadamente mira hacia la derecha, cruza la calle, piensa que serìa interesante un relato titulado “Luis cruza la calle”.

II

Compra un pasamontañas, llega a su casa y luego de pisar al gato, en forma excesivamente torpe, prende la fonola, coloca un disco negro de vinilo como si fuese la pieza de un rompecabezas y la capsula electromagnètica comienza a desvanecerse con las notas en formas de clavo del piano de Thelonius Monk.

Luis se coloca el pasamontaña, su rostro queda cubierto como el de un muerto, pinta sus ojos de negro, coloca un cigarrillo sobre sus labios y bebe un Jhony Walker label blue con la misma cara de quien bebe un label blue por primera vez, luego, cuando su aliento queda perfumado por las maltas seleccionadas e importadas de su aristócrata bebida comienza con su obsesión de romper fotos con un cuchillo ergonòmico negro cubierto de agujeros, “Dios no puede verme”- piensa, no solo tengo la cara tapada sino que debe estar concentrado en el disco de Thelonius. Luego saca unos espejos de un baúl que todos creian (inclusive dios) que era solo de adorno y comienza a jugar con ellos. Luis està contento, su whisky, sus espejos y la mirada de dios hecha a un costado. ¿No es demasiada carga ya la propia conciencia? – se preguntò en voz alta coincidiendo el punto final de su pregunta con el punto final del vinilo, justo en ese momento donde queda el silencio y un brazo mecànico levanta la pua electromagnètica del LP casi con la delicadeza de un dios.

III

Luis con el codo posado como un pàjaro sobre la mesa escribe con letra alienada:

“El helado tiene mejor gusto cuando està frìo, no es ninguna genialidad pero no creo que haya un libro de frases celebres con una verdad de esta magnitud. “

Entonces se levanta de su silla de terciopelo rojo, abre una ventana y deja entrar el cielo como si de mùsica se tratase.

IV

El cabello se le movìa como se mueve la melena de un leòn, un leòn viejo de esos que ya son reyes solo por tradición.

“Acostumbrabamos tenerle miedo, y las costumbres se te hacen carne”- decìa la cebra mientras mostraba 4 ases sobre un garito de apuestas en una cueva llena de peces.

Ese dìa Luis se habìa despertado tarde, la noche anterior desvelado olvidò la televisión prendida, digamos que en el canal de las noticias, de alguna manera posò sus ojos sobre el animal ; mostraba una mirada aterrorizada ante las noticias constantes que salìan de ese monstruo cuadrado.

Fue una noche agitada – pensò Luis

. Saliò a caminar, frente a su casa trabaja constantemente la fàbrica de caracoles màs grande de su ciudad, eso no tiene importancia a este relato, pero como hecho anecdòtico no està del todo mal. No recuerdo si Luis fue a comprar cigarrillos, o cordones para su ùnico par de zapatos (luis no tiene otra cosa que un par de zapatos y un pantalón a rayitas que le hace juego con los ojos) , recuerdo claramente que su madre fue a visitarlo, luis no estaba en casa, asi que entrò y se llevò sus zapatos, “necesitan una buena lustrada”- dijo la cebra y esta vez solo tenìa una escalera que no era nada ante el full de reyes y y sietes del hipopótamo abogado que esta vez llevaba la ventaja en fichas.

V

Cuàndo fuè al supermercado a comprar cafiaspirina Luis viò al mono repositor un tanto nervioso, se acercò a èl sigilosamente como quièn intenta robarle la billetera a un descuidado ciudadano de esos que colocan su billetera en el bolillo derecho trasero justo chocando con su nalga izquierda, le tocò el hombro, el mono, con la pesadumbre propia de un mono que lleva una vida monòtona de repositor de supermercados lo saludò con una sonrisa, y esos dientes blancos que solo se pueden tener con un blakeamiento dental.

Luis pensò que el mono estaba de mucho mejor ànimo ahora que lo veia de frente y sonriendo, asi que solo expulsò de su boca una bocanda de humo que dejò escrito brevemente en el aire un “buenos dìas señor, ¿còmo lo trata la vida?”, a lo que el mono respondiò casi al instante mientras el humo se esfumaba – “segùn el materialismo kantiano y las leves experiencias que he tenido comprando artesanìas indias en Colombia podrìa decirle que hoy es un dìa extremadamente maravilloso y que la vida me trata con el respeto propio que la misma vida inspira”. Luis fue a la heladera de los làcteos y luego de elegir cuidadosamente que llevar se acercò a la caja con una botella adentro de un barco y un paquete de remeras descartables que encontrò al costado de la pila de latas entomatadas y le dijo a la cajera casi en secreto:

“este tipo està cada vez màs raro”.

VI

Luis odiaba fumar en pipa, su padre todas las tardes fumaba en pipa y hablaba de Borges mientras la empleada (una jirafa que para su mal padecìa de torticolis crònica) movìa sus antenas tan provocadoramente que muchas veces la señora Lopez ha tenido discusiones muy serias y celosas con el señor Lopez. El señor Lopez, no solo que no era el padre de Luis, sino que ademàs tambièn odiaba las pipas, ya que su cuñado Perez vivìa fumando tabaco holandes en pipa mientras hablaba de Borges y la empleada, esa jirafa tan sexy planchaba la ropa con dedicaciòn y especial esmero.

VII

Para su cumpleaños nùmero 24 Luis soplò las velas y pidiò un deseo: “Quiero que llegue a mi mente una frase reveladora que cambie mi vida y me haga feliz”.

Entonces vio en su mente un ejercito de tortugas todas preparadas para la guerra, listas para la guerra, cada cual con una trompeta y todas entonando un fantàstico rimbam blues de los años 50, entre la multitud de tortugas, ve a una tortuga que parecìa la lider por su forma de actuar, era una tortuga sin caparazón (lo primero que se le vino a la mente fue: -esta es de esas tortugar budistas que llegò al nirvana y se desprendiò de todo lo terrenal-), la tortuga casi leyendo su pensamiento se acercò y le susurrò de un solo grito al oido: “destruye ya esas ganas vehementes de escribir”.

VIII

Cayose Luis sobre un charco de agua cristalina que siempre tomaba sol en la esquina de la consulta de su Psicòlogo. Subiose las escaleras hasta cansarse y entrose como una sombra en el consultorio de su psicòlogo, un buho viejo pero a la vez amable y segùn el circulo secreto de psicòlogos aviar uno de los mejores en el rubro. Pese a lo que muchos pensaban el buho no cobraba caro, no necesitaba el dinero sino el trabajo, cosa poco comùn en el rubro, pero para simplificar las cosas digamos que Buho tenìa un sofà còmodo sobre el cual uno podrìa liberar sus penas, sus miedos y sus secretos màs onìricos.

Luis acostose sobre el sofa y Buho escuchò tranquilamente :

--Entonces mi padre tomaba una fusta y me pegaba en la espalda, y mis carnes se quebrantaban debajo del dolor del mismo sonido del cuero de animal duro que el brutalmente blandìa sobre mi espalda, luego mi madre me socorrìa, ponìa agua sucia sobre mis heridas, yo pasaba largas semanas con fiebre, mi hermana venìa con sus amigas a burlarse de mì ; ellas me miraban y se reìan y hacian retratos mìos en los cuales yo lucìa completamente afiebrado, entonces mi padre las hechaba de la casa y otra vez volvìa a castigarme, y mi madre otra vez con el agua sucia, y era la fiebre, y las risas, la escuela era una pena, nunca tuve muchos amigos, ellos solo estaban interesados en mi habilidad para fabricar helado con las orejas, y sino fabricaba helado, dale que te dale a golpes, y humillación, era algo casi imposible de vivir doctor Buho.—

Buho coloca delicadamente su mano emplumada debajo de su mentòn y pregunta a Luis:

--¿esto a que periodo de su infancia perteneces?

--¿periodo de mi infancia doctor Buho?, ya le dije que estaba hablando de mis deseos reprimidos.

IX

Luis entrò en su auto, lo arrancò y diò una vuelta a la manzana, al bajar del Volswagen 1600 TL mirò el cielo y vio que estaba negro, no faltaba mucho para la lluvia, entonces colocò su frente y sus manos, y su cuerpo, hasta el apendice extirpado colocose en pocisiòn extrañamente inhumana para recibir la lluvia, entonces gritò Luis: “quiero lluvia” y una tormenta desatose sobre èl dejando caer litros y litros, cientos y cientos de monedas de 3 centavos sobre su cuerpo.

Sorprendido mirò hacia los costados y vió al cerdo de su vecino quitarse el traje y dejar caer la tormenta sobre la desnuda ranura de su espalda.